Abimélec
1 Abimélec, hijo de Gedeón, se fue a Siquem para hablar con sus parientes, y les dijo:
2 «Convenzan a la gente de Siquem de que es mejor que los gobierne yo, que soy su pariente materno, y no los muchos hijos de Gedeón».
3 Entonces sus parientes se fueron a hablar con los de Siquem. Éstos decidieron apoyar a Abimélec,
4 y le dieron mucho dinero, el cual sacaron del templo de Baal-berit para que matara a los otros hijos de Gedeón. Abimélec alquiló a unos bandoleros para que lo acompañaran,
5 y fue al pueblo de su padre. Allí, sobre una misma piedra mató a sus hermanos. El único que se salvó fue Jotam, el hijo menor de Gedeón, porque se había escondido.
6 Entonces toda la gente de Siquem se reunió con la de Bet-miló, junto al roblesagradoque está en Siquem, y nombraron rey a Abimélec.
La fábula de Jotam
7 Cuando Jotam se enteró de que habían nombrado rey a Abimélec, subió a lo más alto del monte Guerizim, y desde allí gritó con voz muy fuerte:
«¡Oigan, gente de Siquem, lo que voy a contarles! ¡Así tal vez Dios los oiga a ustedes!
8 »En cierta ocasión los árboles salieron a buscar a alguien que reinara sobre ellos. Le pidieron al olivo que fuera su rey,
9 pero el olivo les respondió: “Para ser rey de los árboles tendría que dejar de producir aceite, el cual se usa para honrar a los dioses y a los hombres”.
10 »Le pidieron entonces a la higuera que reinara sobre ellos,
11 pero la higuera les respondió: “Para reinar sobre los árboles tendría que dejar de dar higos dulces y sabrosos”.
12 »Luego le pidieron a la planta de uvas que reinara sobre ellos,
13 pero ella les respondió: “Para reinar sobre los árboles tendría que dejar de producir vino, el cual alegra a los dioses y a los hombres”.
14 »Entonces todos los árboles le pidieron al pequeño arbusto que fuera su rey,
15 pero el arbusto, que estaba lleno de espinas, les respondió: “Si de veras quieren que sea yo su rey, vengan a refugiarse bajo mi sombra. De lo contrario, aunque soy pequeño, de mí saldrá fuego y consumirá a todos los grandes cedros del Líbano”.
16 »¿Les parece que fueron ustedes honestos y sinceros cuando nombraron rey a Abimélec? ¿Han sido leales a Gedeón, y han tratado bien a su familia, como él los trató a ustedes?
17 Mi padre peleó por ustedes y arriesgó su vida cuando los rescató de los madianitas.
18 En cambio, ustedes se han rebelado hoy contra la familia de mi padre al matar sobre una misma piedra a sus hijos. Además, han nombrado rey de Siquem a Abimélec, sólo porque es pariente materno de ustedes.
19 Si lo que hicieron hoy con Gedeón y su familia fue en verdad honesto y sincero, alégrense con Abimélec, y que él también esté contento con ustedes.
20 Pero si no es así, que salga de Abimélec un fuego que devore a la gente de Siquem y de Bet-miló, y que de estas dos ciudades salga un fuego que lo destruya a él.»
21 Cuando Jotam terminó de decir esto, huyó y se fue a vivir a un pueblo llamado Pozo, porque tenía miedo de su hermanastro Abimélec.
Rebelión contra Abimélec
22 Después de que Abimélec había reinado tres años,
23 Dios hizo que la gente de Siquem se rebelara contra Abimélec.
24 Así Abimélec recibió su merecido por haber matado a sus hermanos, y también los de Siquem fueron castigados por haberlo ayudado.
25 Algunos de Siquem se escondieron en las montañas, dedicándose a robar a todos los que pasaban por allí. Y Abimélec se enteró de esto.
26 En cierta ocasión, Gáal hijo de Ébed pasó por Siquem con sus hermanos y se ganó la confianza de los de esa ciudad,
27 los cuales salieron al campo y recogieron uvas para hacer vino. Hicieron una gran fiesta, donde además de maldecir a Abimélec, comieron y bebieron en el templo de su dios.
28 Y Gáal dijo:
«¿Quién se cree Abimélec? ¿Por qué los de Siquem tenemos que ser sus esclavos? Se cree mucho por ser hijo de Gedeón, pero la verdad es que tanto Gedeón como Zebul fueron simples ayudantes de Hamor, el verdadero jefe de Siquem. ¡Así que nosotros serviremos a Hamor, pero no a Abimélec!
29 Si yo fuera jefe de ustedes, echaría de aquí a Abimélec y le diría que reúna a todos los soldados que pueda para pelear contra mí».
30 Cuando Zebul, gobernador de la ciudad, oyó lo que decía Gáal, se enojó mucho.
31 Entonces le envió este mensaje a Abimélec, que estaba en Arumá:
«Gáal y sus hermanos han llegado a Siquem, y están alborotando a la gente y poniéndola en contra tuya.
32 Ven con tus soldados esta noche y escóndete en el campo,
33 y ataca la ciudad al amanecer. Y cuando Gáal y sus hombres salgan a pelear contra ti, haz con ellos lo que te parezca mejor».
34 Así que Abimélec y todos los que estaban con él salieron esa noche y, divididos en cuatro grupos, se escondieron alrededor de Siquem.
35 Cuando Gáal salió al portón de la ciudad, Abimélec y sus hombres salieron de sus escondites.
36 Gáal los vio y le dijo a Zebul:
—¡Mira! ¡Por los cerros viene bajando gente!
Zebul le respondió:
—No es gente. Son las sombras de los cerros.
37 Gáal volvió a decirle:
—¡Mira bien! ¡Son hombres los que vienen bajando por el cerro central! ¡Y por el camino del roble de los adivinos viene otro grupo!
38 Entonces Zebul le dijo:
—¿Y ahora qué me dices? ¿No decías que Abimélec no era nadie para hacernos sus esclavos? ¡Ahí están los hombres que despreciaste! ¡Sal a combatirlos!
39 Gáal salió entonces al frente de la gente de Siquem, y peleó contra Abimélec.
40 Pero Abimélec lo persiguió, y Gáal salió huyendo. Muchos cayeron heridos a lo largo del camino, hasta el portón de la ciudad.
41 Zebul, por su parte, echó a Gáal y a sus hermanos, y no los dejó vivir en Siquem. Abimélec se quedó en Arumá.
42 Al día siguiente, Abimélec se enteró de que los de Siquem saldrían al campo.
43 Dividió entonces a sus hombres en tres grupos, los cuales se escondieron en los campos. Cuando Abimélec vio que los de Siquem salían de la ciudad, salió él también de su escondite y los atacó.
44 Rápidamente Abimélec y el grupo que estaba con él fueron a apoderarse del portón de la ciudad, mientras los otros dos grupos atacaban a todos los que estaban en los campos y los mataban.
45 Abimélec siguió peleando todo ese día, hasta que se apoderó de la ciudad, y mató a la gente que estaba allí. Luego destruyó la ciudad y esparció sal sobre las ruinas.
46 Cuando los que estaban en la Torre de Siquem se enteraron de lo que había sucedido, se refugiaron en el templo de El-berit.
47 Abimélec supo que los de la Torre de Siquem se habían refugiado allí,
48 así que se fue con toda su gente al monte Salmón. Con un hacha cortó unas ramas, se las colocó sobre el hombro, y les dijo a sus hombres que hicieran lo mismo con rapidez.
49 Todos cortaron ramas y fueron con Abimélec hasta el refugio del templo, allí pusieron las ramas y les prendieron fuego. Así quemaron la torre, y murieron todos los que estaban dentro de ella, que eran unas mil personas, entre hombres y mujeres.
50 Después Abimélec se fue a Tebés, la rodeó y la capturó.
51 Dentro de la ciudad había una torre muy bien protegida. Todos los hombres y las mujeres de la ciudad se refugiaron allí. Cerraron bien las puertas y se fueron al techo.
52 Abimélec se acercó a la puerta de la torre para atacarla, pero cuando se preparaba para incendiarla
53 una mujer le arrojó una piedra de molino. La piedra le cayó en la cabeza y le rompió el cráneo.
54 Rápidamente llamó Abimélec a su ayudante de armas, y le dijo: «Saca tu espada y mátame. No quiero que se diga que una mujer me mató».
Entonces su ayudante le clavó la espada, y Abimélec murió.
55 Cuando los israelitas se enteraron de que había muerto, regresaron a sus casas.
56 De esta manera Dios castigó a Abimélec por el crimen que había cometido contra su padre, al matar a sus hermanos.
57 También Dios hizo que los de Siquem pagaran por todos sus crímenes, tal como lo había dicho Jotam cuando los maldijo.