Isaías 50

1-3 Dios dijo:

«Israelitas,

cuando vine a buscarlos,

no los encontré;

cuando los llamé,

no me respondieron.

Yo no los abandoné,

ni los vendí como esclavos

para pagar deudas;

lo hice por causa de suspecados.

»Pero tengo el poder

para salvarlos y rescatarlos.

Yo cubro los cielos de oscuridad

como si se vistieran de luto.

Basta una simple orden mía

para que el mar y los ríos se sequen,

para que por falta de agua

los peces se mueran y se pudran».

4 El fiel servidor dijo:

«Dios me enseñó a consolar

a los que están afligidos y cansados.

Me despierta todas las mañanas,

para que reciba sus enseñanzas

como todo buendiscípulo.

5 Dios me enseñó a obedecer,

y no he sido rebelde ni desobediente.

6 »No quité mi espalda

a los que me golpeaban,

ni escondí mis mejillas

de los que me arrancaban la barba;

ni me cubrí la cara

cuando me escupían

y se burlaban de mí.

7 »Por eso, no seré humillado,

pues es Dios quien me ayuda.

Por eso me mantengo firme

como si fuera una roca,

y sé que no seré avergonzado.

8 »Conmigo está el que me protege.

Nadie puede acusarme de un delito.

El que quiera acusarme,

¡que venga y se me enfrente!

9 ¡El Dios todopoderoso

es quien me ayuda!

Nadie podrá condenarme.

Mis enemigos desaparecerán

como la ropa comida por la polilla.

10 »Ninguno de ustedes teme a Dios

ni obedece la voz de su fiel servidor.

Caminan en la oscuridad,

sin un rayo de luz,

no confían en el único Dios.

11 Al contrario,

encienden fuegos y prenden antorchas;

caminan a la luz de su propio fuego.

Pero el Dios todopoderoso

los castigará y los hará sufrir».

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