1 Samuel 27

David vive entre los filisteos

1 Pero David se quedó pensando: «Uno de estos días Saúl me va a matar. Es mejor que me vaya a vivir a la tierra de los filisteos. Así Saúl dejará de perseguirme por todo Israel, y podré vivir tranquilo».

2-3 Fue así como David se fue a vivir a la ciudad filistea de Gat, donde reinaba Aquís hijo de Maoc. Con él se fueron sus dos esposas, Ahinóam de Jezreel y Abigail de Carmel, más seiscientos soldados con sus familias.

4 Cuando Saúl supo que David había huido a Gat, dejó de perseguirlo.

5 Mientras tanto, David le rogó a Aquís: «Por favor, déme usted un lugar donde vivir. Yo no soy más que un sirviente de usted, y no está bien que viva yo en la misma ciudad donde usted vive».

6 Ese mismo día, Aquís le dio permiso de vivir en la ciudad de Siclag. Por eso, desde entonces Siclag pertenece a los reyes de Judá.

7 David vivió entre los filisteos un año y cuatro meses.

8-11 En todo ese tiempo, David y sus hombres salían con frecuencia a atacar a los pueblos de la región, desde Telaím hasta Egipto, y pasando por el desierto de Sur.

Cuando David atacaba a los pueblos de Guesur, Guézer y Amalec, se llevaba ovejas, vacas, burros, camellos y ropa, y no dejaba vivo a nadie. Mataba a hombres y a mujeres, para que nadie lo acusara en Gat de todo lo que hacía.

Cuando regresaba, si Aquís le preguntaba: «¿A quién atacaste hoy?», David le contestaba: «A mis paisanos que viven al sur de Judá».

Algunas veces respondía: «Ataqué a mis paisanos que viven al sur de Jerahmeel». Algunas otras, decía: «Ataqué a mis paisanos que viven al sur de la tierra de los quenitas».

12 Por eso Aquís confiaba mucho en David, ya que pensaba: «Con lo que David hace, los israelitas deben odiarlo mucho. Así que tendrá que vivir siempre en mi tierra, y se quedará a mi servicio».

1 Samuel 28

1 Fue en ese tiempo cuando los filisteos reunieron a su ejército para pelear contra Israel. Entonces Aquís le ordenó a David:

—Tú y tus hombres deben venir conmigo a la guerra.

2 —¡Claro que sí! —le contestó David—. Ahora va usted a ver de lo que soy capaz.

—Muy bien —dijo Aquís—. Tú serás mi guardaespaldas.

Saúl consulta a una adivina

3-7 Los filisteos se reunieron en Sunem, y allí pusieron su campamento. Saúl, por su parte, reunió a todo el ejército de Israel y acampó en Guilboa.

Cuando Saúl vio al ejército filisteo, le dio muchísimo miedo. Entonces consultó con Dios qué debía hacer. Pero Dios no le contestó, ni en sueños, ni por medio de suertes ni deprofetas.

Saúl no podía recurrir a Samuel para consultar a Dios, porque Samuel ya había muerto. La gente había llorado mucho por su muerte, y lo habían enterrado en Ramá, el pueblo donde había nacido.

Además, como Saúl mismo había expulsado de Israel a todos los adivinos y espiritistas, les ordenó a sus ayudantes:

—Busquen a una espiritista. Quiero que me ayude a preguntarle a Samuel lo que debo hacer.

—Hay una en Endor —le dijeron sus ayudantes.

8 Una noche Saúl se disfrazó y, acompañado por dos de sus hombres, se fue a ver a esa mujer. Cuando llegó, le dijo:

—Quiero que llames al espíritu de un muerto. Necesito preguntarle algo.

9 La mujer respondió:

—Tú bien sabes que Saúl ha expulsado de Israel a todos los adivinos y espiritistas. Si hago lo que me pides, con toda seguridad me matarán.

10 —Te juro por Dios —le aseguró Saúl— que nadie te castigará si haces lo que te pido.

11 Ella preguntó:

—¿Quién quieres que se te aparezca?

—Llama a Samuel —le contestó Saúl.

12 La mujer obedeció. Pero cuando vio aparecer a Samuel, lanzó un fuerte grito y le dijo a Saúl:

—¡Usted es Saúl! ¿Por qué me engañó?

13 —No tengas miedo —le aseguró el rey—. ¡Dime lo que ves!

Ella le dijo:

—Veo a un espíritu que sube del fondo de la tierra.

14 —¿Y cómo es él? —le preguntó Saúl.

—Es un anciano vestido con una capa —respondió ella.

Al darse cuenta Saúl de que se trataba de Samuel, se inclinó de cara al suelo.

15 Samuel le preguntó:

—Saúl, ¿por qué me llamaste? ¿Por qué no me dejas descansar?

—Estoy desesperado —contestó Saúl—. Los filisteos me hacen la guerra, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso te he llamado, para que me digas qué debo hacer.

16 Y Samuel le dijo:

—Si Dios te ha abandonado, y ahora es tu enemigo, ¿para qué me consultas?

17-18 »Dios está haciendo contigo lo que ya te había dicho yo que iba a hacer. Por haberlo desobedecido y no haber matado a todos los amalecitas, Dios te ha quitado el reino y se lo ha dado a David.

19 »Además, los filisteos vencerán mañana a los israelitas, y tú y tus hijos morirán y vendrán a hacerme compañía.

20 Al oír estas palabras de Samuel, Saúl sintió mucho miedo y se desmayó. Las fuerzas le faltaron, pues no había comido nada en todo el día.

21 La mujer se acercó a Saúl y, al verlo tan espantado, le dijo:

—Yo sólo hice lo que usted me pidió, pues estoy para servirle. Por obedecerlo, he arriesgado mi vida.

22 Pero aunque sólo soy su sirvienta, yo le ruego que me haga caso y se coma este pedazo de pan. Se lo he traído a usted, para que tenga fuerzas para el regreso.

23 Saúl no quería comer nada, pero ante la insistencia de la mujer y de sus ayudantes, se levantó del suelo y se sentó en la cama.

24 La mujer mató un ternero gordo que tenía en su casa, preparó unos panes,

25 y se los llevó a Saúl y a sus ayudantes. Todos ellos comieron, y esa misma noche se fueron de allí.

1 Samuel 29

Los filisteos no confían en David

1-2 Los filisteos reunieron todo su ejército en Afec. Sus jefes marchaban al frente de grupos de cien y de mil soldados. Los israelitas, por su parte, acamparon cerca del arroyo que está en Jezreel.

Cuando los filisteos vieron que al final de su ejército pasaba el rey Aquís junto con David y sus hombres,

3 le gritaron:

—¿Qué hacen aquí esos israelitas?

Y Aquís les contestó:

—Vienen con David, el que era ayudante de Saúl, el rey de Israel. David se apartó de Saúl, y hace ya más de un año que está conmigo. Desde entonces ha sido muy fiel. No tengo nada que decir en su contra.

4 Pero los jefes de los filisteos se enojaron mucho y le exigieron:

—Dile que se vaya de aquí, y que regrese a su país con todos sus hombres. ¿No te das cuenta de que podría volverse nuestro enemigo en la batalla? Con tal de ganarse otra vez la simpatía de Saúl, sería capaz de matar a nuestros soldados.

5 »Toma en cuenta que de él habla la canción: “Saúl mató a mil soldados, pero David mató a diez mil”.

6 Aquís llamó entonces a David, y le dijo:

—Te juro por Dios que yo no tengo nada contra ti. Desde el día que llegaste hasta hoy, tú has sido fiel conmigo. Pero los jefes de los filisteos no confían en ti.

7 Así que regresa en paz, y no hagas enojar a los jefes del ejército.

8 Pero David protestó:

—¿De qué se me acusa? ¿En qué he ofendido a Su Majestad desde que empecé a servirle hasta hoy? ¿Por qué no me permite usted pelear contra sus enemigos?

9 Y Aquís le volvió a decir:

—Yo no tengo nada contra ti. En mi opinión, tú eres tan bueno como unángel. Pero los jefes de los filisteos no quieren que vayas con nosotros a la batalla.

10 »Yo te agradecería que mañana temprano, en cuanto salga el sol, tú y tus hombres regresen a la ciudad que les di.

11 De modo que, al amanecer, David y sus hombres regresaron a la tierra de los filisteos. Mientras tanto, los filisteos se dirigieron a Jezreel.

1 Samuel 30

David vence a los amalecitas

1-5 Al tercer día, David y sus hombres llegaron a Siclag y descubrieron que los amalecitas habían atacado el desierto del sur. A Siclag le habían prendido fuego y, aunque no mataron a nadie, se habían llevado como esclavos a mujeres, ancianos y niños. Entre las mujeres, se habían llevado a Ahinóam y a Abigail, las esposas de David.

Al ver esto, David y sus hombres se echaron a llorar, hasta que ya no tuvieron más fuerzas.

6 Los hombres estuvieron a punto de apedrear a David, pues le echaban la culpa de que los amalecitas se hubieran llevado a sus mujeres y a sus hijos.

Sin embargo, David confiaba en que Dios podía ayudarlo, así que se animó

7 y le dijo alsacerdoteAbiatar, el hijo de Ahimélec: «Tráeme tu chaleco sacerdotal. Voy a consultar con Dios qué es lo que debo hacer».

Cuando Abiatar le llevó a David el chaleco sacerdotal,

8 David consultó a Dios:

—¿Debo perseguir a esos bandidos? Y si los persigo, ¿los alcanzaré?

Dios respondió:

—Persíguelos, porque vas a alcanzarlos, y también vas a recuperar lo que se robaron.

9 Entonces David se fue con sus seiscientos hombres. Al llegar al arroyo de Besor,

10 doscientos de ellos estaban tan cansados que no lo pudieron cruzar y se quedaron allí.

David siguió persiguiendo a los amalecitas con los otros cuatrocientos hombres.

11-12 Más adelante, encontraron en el campo a un hombre desmayado. Estaba así porque en tres días no había comido ni bebido nada. Le dieron agua, un pedazo de pan de higos, y dos panes de pasas. Después de comer, aquel hombre se sintió mejor,

13 así que David le preguntó:

—¿De dónde vienes? ¿Al servicio de quién estás?

—Soy egipcio —contestó aquel hombre—. Mi amo es un amalecita. Hace tres días me enfermé, y mi amo me abandonó aquí.

14 Antes de eso, habíamos atacado varios lugares: el territorio de los filisteos, que está al sur, el de Judá y el de Caleb. También quemamos la ciudad de Siclag.

15 David le preguntó:

—¿Me puedes llevar a donde están los amalecitas?

—Te llevaré —contestó el egipcio—. Pero júrame por Dios que no me matarás ni me entregarás a mi amo.

David se lo juró, y el egipcio los condujo hasta ellos.

16 Al llegar, David y sus hombres encontraron a los amalecitas comiendo, bebiendo y danzando por todo el campamento. Estaban celebrando el haberles quitado a los filisteos y a los de Judá todo lo que tenían.

17 Al amanecer, David los atacó, y la batalla duró hasta la noche del día siguiente. David mató a todos los amalecitas. Sólo se salvaron cuatrocientos jóvenes, que montaron en camellos y lograron escapar.

18-19 David recobró todo lo que los amalecitas se habían llevado, y también rescató a sus dos esposas. No faltó ningún niño ni adulto, y ni siquiera el objeto más pequeño.

20 Además, David recobró todas las vacas y ovejas. Y los que iban guiando el ganado decían: «Ésta es la parte que le toca a David».

21 David y sus hombres regresaron al arroyo de Besor, donde se habían quedado con el equipaje los doscientos soldados que estaban muy cansados. Cuando ellos vieron que David se acercaba con los otros hombres, salieron a recibirlos. David les contestó el saludo.

22 Entre los hombres que habían ido con David a la batalla, no faltaron algunos malvados y envidiosos que le dijeron a David:

—A esos doscientos hombres que no vinieron con nosotros, no debemos darles nada de lo que les quitamos a los amalecitas. ¡Que se conformen con llevarse a sus mujeres y a sus hijos!

23 Pero David les dijo:

—No, hermanos míos, no debemos hacer eso. Después de todo, Dios nos ha dado todo esto, y nos cuidó y ayudó a vencer a esos amalecitas ladrones.

24 Además, nadie va a estar de acuerdo con ustedes, pues le debe tocar lo mismo al que va a la batalla que al que se queda a cuidar el equipaje.

25 David estableció esta ley en Israel, y desde entonces hasta ahora se ha cumplido.

26-31 De regreso en Siclag, David tomó una parte de lo que les había quitado a los amalecitas, y la envió a los lugares donde había estado con su gente, es decir, a Betel, a Ramot del desierto del sur, a Jatir, a Aroer, a Sifmot, a Estemoa y a Racal.

David también envió regalos a los que estaban en las ciudades de Jerahmeel y de los quenitas, y en Hormá, Corasán, Atac y Hebrón, entre otras. Junto con los regalos, les envió este mensaje: «Éste es un regalo para ustedes, de lo que les quité a los enemigos de Dios».

1 Samuel 31

Muerte de Saúl y sus hijos

1 Los filisteos lucharon contra los israelitas y los hicieron huir. A muchos de ellos los mataron en el cerro de Guilboa,

2 y a Saúl y a sus hijos los persiguieron hasta matarlos. Así murieron Jonatán, Abinadab y Malquisúa.

3 Luego concentraron sus fuerzas en el ataque a Saúl, y los arqueros filisteos lograron herirlo de muerte.

4 Entonces Saúl le dijo a su escudero:

—Saca tu espada y mátame. Hazlo antes de que vengan esos extranjeros idólatras. De lo contrario, se burlarán de mí y me rematarán.

Pero su escudero tenía tanto miedo que no se atrevió a matarlo. Entonces Saúl tomó su espada y se echó sobre ella.

5 Al ver muerto a Saúl, también el escudero se echó sobre su espada y se mató.

6 Así fue como Saúl, sus tres hijos, su escudero y todos sus hombres murieron el mismo día.

7 Cuando los israelitas del otro lado del valle vieron que el ejército de Israel había huido, y que Saúl y sus hijos estaban muertos, también ellos huyeron y abandonaron sus ciudades, lo mismo que la gente que vivía más allá del río Jordán. Entonces llegaron los filisteos y ocuparon esas ciudades.

8 Al otro día, mientras los filisteos les quitaban a los israelitas muertos sus objetos de valor, encontraron muertos en el cerro de Guilboa a Saúl y a sus tres hijos.

9 Entonces a Saúl le cortaron la cabeza y le quitaron su armadura, y enviaron mensajeros a su país, para que dieran la noticia en los templos de sus dioses y entre todos los filisteos.

10-12 Más tarde, pusieron la armadura de Saúl en el templo de la diosa Astarté, y a Saúl y a sus hijos los colgaron de la muralla de Bet-sán.

Los israelitas que vivían en Jabés de Galaad supieron lo que los filisteos habían hecho con Saúl. Entonces un grupo de valientes viajó toda la noche y quitó de la muralla los cadáveres de Saúl y de sus hijos. Luego los llevaron a Jabés, y allí los quemaron.

13 Después de levantar sus huesos y enterrarlos bajo un árbol,ayunaronsiete días en señal de luto.

Rut 1

Elimélec y su familia van a Moab

1-2 Esta historia tuvo lugar cuando en el país de Israel todavía no había reyes; sino que al pueblo lo defendían libertadores ocasionales. En esa época no hubo cosechas y la gente no tenía qué comer.

# Por eso, una familia del pueblo de Belén,de la región de Judá, se fue a vivir al país de Moab, porque allí sí había comida. El esposo se llamaba Elimélec, la esposa se llamaba Noemí, y los hijos se llamaban Mahlón y Quilión.

3 Poco tiempo después de haber llegado a Moab, Elimélec murió, así que Noemí y sus hijos se quedaron solos.

4-5 Pasó el tiempo, y Mahlón y Quilión se casaron con muchachas de ese país. Una de ellas se llamaba Orfá y la otra, Rut. Pero pasados unos diez años, murieron Mahlón y Quilión,por lo que Noemí quedó desamparada, sin hijos y sin marido.

Noemí y Rut van a Belén

6 Un día, Noemí supo que Dios habíabendecidoal país de Israel, dándole abundantes cosechas.

7 Entonces ella y sus nueras se prepararon para irse a Judá.

8 Todavía no habían caminado mucho cuando Noemí les dijo:

—Mejor regresen a vivir con sus familias. Que Dios las trate bien, como ustedes me han tratado a mí y trataron a mis hijos.

9 Pido a Dios que les permita casarse otra vez y formar un nuevo hogar.

Noemí se despidió de ellas con un beso, pero Orfá y Rut empezaron a llorar y

10 a decirle:

—¡No queremos separarnos de ti! ¡Por favor, déjanos ir contigo y vivir entre tu gente!

11-13 Pero Noemí les contestó:

—¡Váyanse, hijas mías! ¿Para qué van a seguirme? Ya no tengo más hijos para que se casen con ustedes, y ya estoy muy vieja para casarme otra vez. Y aun si hoy mismo pudiera casarme y tuviera hijos muy pronto, ¿estarían ustedes dispuestas a esperarlos hasta que ellos crecieran? ¡No, hijas mías, eso es imposible! Yo estoy sufriendo más que ustedes, pues Dios se ha puesto en mi contra.

14 Al oír esto, las nueras volvieron a llorar amargamente. Por fin Orfáse despidió de su suegra, pero Rut se quedó con ella.

15 Entonces Noemí le dijo a Rut:

—¡Tu cuñada ya regresó a su pueblo y a su dios! ¡Vete con ella!

16 Pero Rutle contestó:

«No me pidas que te deje;

ni me ruegues que te abandone.

Adonde tú vayas iré,

y donde tú vivas viviré.

»Tu pueblo será mi pueblo

y tu Dios será mi Dios.

17 Donde tú mueras moriré,

y allí mismo seré enterrada.

»Que Dios me castigue

si te abandono,

pues nada podrá separarnos;

¡nada, ni siquiera la muerte!»

18 Noemí no insistió más, pues comprendió que Rut había decidido irse con ella.

19 Caminaron y caminaron hasta llegar a Belén. Tan pronto entraron en el pueblo, toda la gente se sorprendió al verlas y se armó un gran alboroto. Las mujeres decían: «¡Miren, pero si es la dulce Noemí!»

20 Y ella les dijo:

«Por favor, ya no me digan dulce, llámenme amarga, porque Dios todopoderoso me ha amargado la vida.

21 Cuando salí de Belén, tenía de todo; ahora que regreso, Dios me ha traído con las manos vacías. ¿Por qué me van a llamar dulce, si Dios todopoderoso está contra mí y me ha hecho sufrir?»

22 Fue así como Noemí regresó del país de Moab, acompañada de su nuera Rut. Cuando llegaron a Belén estaba empezando la cosecha de cebada.

Rut 2

Rut trabaja en el campo de Booz

1-2 Pocos días después, Rut le dijo a Noemí:

—Déjame ir a recoger espigas. Seguramente los que cosechan en los campos me dejarán seguirlos para recoger las espigas que vayan quedando.

Noemí le dijo:

—Anda, hija mía.

3 Entonces Rut se fue a un campo de cebada y comenzó a recoger las espigas que dejaban los trabajadores. Sin saberlo, Rut tuvo la buena suerte de ir a trabajar al campo de un familiar de Elimélec, el difunto esposo de Noemí. Ese familiar se llamaba Booz, y además era muy rico y muy importante en Belén.

4 Ocurrió que ese día Booz salió de Belén para vigilar el trabajo en sus campos. Cuando llegó al campo, saludó a los trabajadores:

—¡Que Dios los cuide a todos!

Y ellos respondieron:

—¡Que Dios te sigabendiciendo!

5 Luego Booz le preguntó al jefe de los trabajadores:

—¿Quién es esa muchacha?

6 El jefe contestó:

—Es la muchacha de Moab que vino con Noemí.

7 Me suplicó que la dejara recoger las espigas que se les caen a los trabajadores. Desde que llegó en la mañana, ha estado trabajando duramente, y apenas ahora está tomando un corto descanso en la choza.

8 Booz llamó a Rut y le dijo:

—Oye bien lo que te voy a decir: no vayas a recoger espigas en otros campos; quédate aquí

9 y acompaña a mis trabajadoras. Mira bien por dónde van, y síguelas. Les he ordenado a mis trabajadores que no te molesten. Cuando tengas sed, ve y toma agua de las jarras que ellos han llenado.

10 Entonces Rut, en señal de humildad, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y le preguntó a Booz:

—¿Por qué es usted tan amable conmigo? ¿Por qué se preocupa tanto por mí, si soy una simple extranjera?

11 Booz le contestó:

—Ya me han contado todo lo que has hecho por tu suegra, después de que murió tu esposo. Sé que dejaste a tu familia y tu país para venir a vivir con nosotros, que somos gente totalmente desconocida para ti.

12 ¡Que Dios te premie por todo lo que has hecho! ¡Que el Dios de Israel, en quien ahora buscas protección, te haga mucho bien!

13 Entonces Rut le dijo a Booz:

—¡Muchas gracias, señor! Usted es muy bueno conmigo y me ha hecho sentir bien, aunque ni siquiera soy como una de sus criadas.

14 A la hora de comer, Booz invitó a Rut y le dijo:

—Ven, acércate; aquí hay pan, salsa y granos tostados.

Rut fue y se sentó a comer junto con todos los demás trabajadores. Comió hasta quedar satisfecha, y hasta le sobró comida para llevarle a su suegra.

15 Cuando Rut regresó a recoger espigas, Booz ordenó a los trabajadores:

—Dejen que Rut también recoja espigas donde están los manojos de cebada.

16 Además, dejen caer espigas de sus propios manojos para que ella las pueda recoger. Y no la molesten.

17 Rut estuvo recogiendo espigas hasta que empezó a oscurecer. Cuando separó el grano de las espigas, se dio cuenta de que había recogido más de veinte kilos de cebada.

18 Tomó la cebada y regresó a Belén para mostrarle a su suegra todo lo que había recogido ese día. También le dio a Noemí la comida que le había quedado. Noemí, entonces preguntó:

19 —¿Dónde estuviste trabajando hoy? ¿Cómo es que pudiste recoger tanta cebada? ¡Qué Dios bendiga mucho a quien tanto te ha ayudado!

Rut le contó a su suegra que había estado trabajando en el campo de un señor llamado Booz.

20 Por eso Noemí le dijo:

—¡Que Dios lo bendiga! ¡Qué bueno es ese hombre con nosotras y con nuestros familiares muertos! Déjame decirte que ese hombre es familiar de mi esposo, y de acuerdo con nuestras leyes tiene el deber de protegernos.

21 Rut añadió:

—Pues él me dijo que podía quedarme a trabajar con las demás trabajadoras hasta que se termine la cosecha de cebada.

22 Entonces Noemí le dijo a Rut:

—¡Qué bueno, hija mía! Quédate a trabajar en el campo de Booz. Y no te alejes de sus trabajadores, para que nadie te moleste.

23 Rut siguió recogiendo espigas con las trabajadoras de Booz hasta que terminó la cosecha de cebada y de trigo. Mientras tanto, vivía con su suegra.

Rut 3

Booz trata bien a Rut

1 Un día, Noemí habló con Rut, su nuera:

—Hija mía, me siento obligada a buscarte esposo. Quiero que tengas tu propio hogar y que vivas feliz.

2 ¿Recuerdas lo que te dije acerca de Booz, el dueño del campo donde has estado trabajando? Él es de la misma familia de mi esposo. Escucha bien esto que te voy a decir: Esta noche él va a estar en su campo, separando el grano de la paja.

3 Báñate, perfúmate y ponte tu mejor vestido. Ve al campo donde está Booz trabajando, pero no lo dejes que te vea hasta que termine de comer y beber.

4 Fíjate bien dónde va a acostarse. Cuando ya esté dormido, ve y acuéstate a su lado. Así él sabrá que tú le estás pidiendo su protección, y él mismo te dirá lo que debes hacer.

5 Rut le respondió a su suegra:

—Haré todo lo que tú me mandas.

6 Rut se fue al campo e hizo exactamente lo que Noemí le había mandado.

7 Después de que Booz terminó de comer y beber, se fue a acostar junto al montón de cebada; estaba muy contento. Cuando se quedó dormido, Rut se acercó a él con mucho cuidado, y se acostó a su lado.

8 A medianoche, Booz se despertó de pronto, y al moverse sintió que alguien estaba acostado junto a él.

9 —¿Quién eres? —preguntó Booz.

—Soy Rut, su humilde servidora. Usted es familiar mío y de mi suegra, y las dos necesitamos que usted nos proteja. Quiero pedirle que se case conmigo.

10 —¡Que Dios tebendiga! —dijo Booz—. Veo que eres muy fiel con tu suegra y con tu familia, y que no piensas sólo en ti. Me pides que sea yo tu esposo, aunque bien podrías casarte con un hombre más joven que yo.

11 No tengas miedo, Rut; toda la gente de Belén sabe que tú eres una buena mujer. Por eso, voy a hacer lo que me pides.

12 »Ahora bien, es cierto que yo soy familiar de ustedes y que tengo el deber de protegerlas; sin embargo, tienen un familiar todavía más cercano que yo.

13 Por ahora, duérmete tranquila; ya mañana sabremos si él quiere protegerte. Si acepta, no hay problema conmigo; si no acepta, te prometo, en el nombre de Dios, que yo te protegeré. Anda, acuéstate y duerme tranquila.

14 Rut se acostó cerca de Booz, y se durmió. Cuando todavía estaba oscuro, ella se levantó porque Booz no quería que nadie supiera que una mujer había estado en su campo. Pero antes de dejarla ir a Belén,

15 Booz le pidió a Rut que extendiera su capa, y en ella puso más de cuarenta kilos de cebada. Después la ayudó a ponerse la carga en el hombro, y regresó a Belén.

16 Cuando Rut volvió a la casa, Noemí le preguntó:

—¿Cómo te fue, hija mía?

Rut le contó a su suegra todo lo que Booz había hecho por ella,

17 y agregó:

—Booz me dio toda esta cebada y me dijo: “No debes regresar a la casa de tu suegra con las manos vacías”.

18 Entonces Noemí le dijo a Rut:

—Ahora sólo tenemos que esperar con paciencia. Estoy segura de que Booz no va a descansar hasta que este asunto se resuelva.

Rut 4

Booz se casa con Rut

1 Booz fue a la entrada del pueblo, donde la gente se reunía para tratar asuntos importantes. Poco tiempo después, pasó por allí el otro familiar de Elimélec.

—Oye —gritó Booz—, ven aquí y siéntate; tenemos algo de qué hablar.

2 De inmediato Booz llamó a diez de los hombres más importantes de Belén, y los invitó a sentarse con ellos.

Una vez sentados,

3 Booz le dijo al otro familiar:

—Noemí acaba de regresar de Moab y quiere vender el terreno de nuestro familiar Elimélec.

4 Yo quería que tú supieras esto, y además, pedirte que lo compres, porque tienes el derecho de decidir primero. Delante de estos testigos, dime si quieres comprarlo o no, pues aparte de nosotros dos no hay otro familiar que pueda comprarlo.

Enseguida el otro familiar respondió:

—Sí, lo voy a comprar.

5 Entonces Booz le dijo:

—Si compras el campo, también tendrás que casarte con Rut, la viuda que vino con Noemí desde Moab. Así, cuando nazca el primer niño, él llevará el apellido del difunto esposo de Rut, y el terreno será para él.

6 —¡Ah, entonces no acepto comprarlo! —dijo el otro familiar—. Si lo compro, voy a perder todo ese dinero, y si nacen otros hijos, mis propios hijos recibirán menos herencia. Será mejor que lo compres tú.

7-8 Y siguiendo la costumbre de esa época, el otro familiar se quitó una de sus sandalias, se la dio a Booz y le dijo:

—Toma mi sandalia; ésta es la señal de que sólo tú podrás comprar el terreno.

9 Luego Booz se dirigió a las personas que estaban allí, y les dijo:

—Ustedes son testigos de que hoy le compro a Noemí todo lo que perteneció a Elimélec y a sus hijos.

10 Además, me voy a casar con Rut, la viuda de Mahlón. Así, el primer niño que nazca heredará el terreno, y se mantendrá el nombre de la familia. Susdescendientesseguirán viviendo en Belén.

11 —Sí, somos testigos —respondieron los que estaban presentes—. Deseamos que Dios le permita a Rut ser como Raquel y Lía, quienes tuvieron muchos hijos, de los cuales descendemos todos los israelitas.

12 Que al casarte con esta joven mujer, tu familia llegue a ser tan grande como la familia de Fares, hijo de Judá y Tamar. Y que tú llegues a ser muy rico en toda Efrata y muy importante en Belén.

Nacimiento de Obed

13 Al poco tiempo Booz se casó con Rut y Dios permitió que ella quedara embarazada.

14 Cuando nació el niño, las mujeres de Belén le decían a Noemí:

«Benditosea Dios que hoy te ha dado un nieto para que cuide de ti. Dios quiera que cuando el niño crezca llegue a ser muy famoso en todo Israel.

15 Él te hará muy feliz, y te cuidará en tu vejez, porque es hijo de tu nuera Rut. Ella vale más que siete hijos, porque te ama mucho y ha sido muy buena contigo».

16 Noemí abrazó al bebé con mucho cariño, y desde ese día se dedicó a cuidarlo.

17 Las vecinas buscaron un nombre para el bebé y lo llamaron Obed; y a todos los amigos les decían: «¡Noemí ya tiene un hijo!»

Obed, abuelo de David

18 Obed creció y fue el padre de Jesé y el abuelo de David.

Ésta es la lista de losdescendientesde Fares: Fares,

19 Hesrón, Ram,

20 Aminadab, Nahasón,

21 Salmón, Booz,

22 Obed, Jesé y David.

Jueces 1

Las tribus de Judá y Simeón capturan a Adonisédec

1 Después de la muerte de Josué, los israelitas le preguntaron a Dios:

—¿Cuál de nuestrastribusatacará primero a los cananeos?

2 Dios les respondió:

—Primero atacará la tribu de Judá, pues a ellos les voy a entregar ese territorio.

3 Entonces los de Judá les dijeron a los de Simeón: «Vengan con nosotros a pelear contra los cananeos. Primero iremos al territorio que nos ha tocado a nosotros, y después al de ustedes».

Los de Simeón aceptaron,

4-5 así que salieron juntos a pelear, y Dios los ayudó a derrotar a los cananeos y a los ferezeos. En Bézec derrotaron a diez mil ferezeos y cananeos, entre los cuales estaba el rey Adonisédec.

6 Durante la lucha Adonisédec había escapado, pero lo persiguieron y capturaron, y le cortaron los pulgares de las manos y los dedos gordos de los pies.

7 Entonces Adonisédec dijo: «Dios ha hecho conmigo lo mismo que yo hice con setenta reyes: les corté los pulgares y los dedos gordos, y andaban bajo mi mesa recogiendo las sobras». Después, Adonisédec fue llevado a Jerusalén, y allí murió.

La tribu de Judá conquista Jerusalén y Hebrón

8 Los de Judá atacaron a Jerusalén y la conquistaron. Mataron a toda la gente de esa ciudad, y luego la incendiaron.

9 Después fueron a atacar a los cananeos que vivían en las montañas, en el desierto del sur y en la llanura.

10 Atacaron también a los cananeos que vivían en Hebrón, ciudad que antes se llamaba Quiriat-arbá. Allí derrotaron a los grupos cananeos de Sesai, Ahimán y Talmai.

Otoniel conquista la ciudad de Debir

11 Luego los de Judá marcharon hacia la ciudad de Debir, que antes se llamaba Quiriat-séfer.

12 Caleb había prometido que quien conquistara Debir se casaría con su hija Acsa,

13 y fue su sobrino Otoniel quien la conquistó. Así que Caleb le dio a Otoniel su hija Acsa por esposa. Otoniel era hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb.

14 El día de su casamiento, Otoniel le dijo a Acsa que le pidiera un terreno a su padre. Cuando Caleb la vio bajar de su burro, le preguntó qué quería;

15 y Acsa le dijo: «Los terrenos que me has dado no tienen agua. Por favor, dame también manantiales».

Y Caleb le dio el manantial Alto y el manantial Bajo.

Conquistas de las tribus de Judá y de Benjamín

16 Los quenitas, que erandescendientesdel suegro de Moisés, salieron de Jericó junto con latribude Judá, y se fueron al desierto que está al sur de Arad. Allí se quedaron a vivir.

17 Después los de Judá, junto con los de Simeón, derrotaron a los cananeos que vivían en Sefat. Como destruyeron por completo esa ciudad, la llamaron Hormá.

18-19 Con la ayuda de Dios, la tribu de Judá se apoderó de la zona montañosa, pero no de la llanura, porque los habitantes de esa región tenían carros de hierro. No pudieron conquistar Gaza ni Ascalón ni Ecrón, ni tampoco los territorios vecinos.

20 Y tal como Moisés había prometido, la región de Hebrón le fue dada a Caleb, para que allí viviera. Por eso Caleb echó de esa región a los tres grupos de familias que descendían del gigante Anac.

21 Pero los de la tribu de Benjamín no pudieron echar a los jebuseos, que vivían en Jerusalén. Por eso, hasta el día en que este relato se escribió, los jebuseos vivieron en Jerusalén, junto con los de Benjamín.

Las tribus de Efraín y Manasés conquistan Betel

22-23 Lastribusde Efraín y Manasés decidieron atacar a Betel, la ciudad que antes se llamaba Luz; así que enviaron espías a esa ciudad, y Dios los ayudó.

24 Cuando esos espías vieron a un hombre que salía de la ciudad, le dijeron: «Si nos muestras cómo entrar en la ciudad, no te haremos ningún daño».

25 Aquel hombre les enseñó cómo entrar en la ciudad, y así pudieron entrar los de Efraín y Manasés. Mataron a todos los que allí vivían, pero no al que los había ayudado ni a su familia.

26 Más tarde, ese hombre se fue al territorio de los hititas y edificó una nueva ciudad, a la cual llamó Luz; y hasta el momento en que este relato se escribe aún se llama así.

Los territorios no conquistados

27 Los de Manasés no pudieron echar a los que vivían en Bet-seán, Taanac, Dor, Ibleam y Meguido, ni tampoco a los de las aldeas vecinas. Así que los cananeos siguieron viviendo allí.

28 Después los israelitas se hicieron más poderosos y obligaron a los cananeos a trabajar para ellos, pero no los pudieron echar de su territorio.

29 Los de Efraín tampoco pudieron echar a los cananeos que vivían en Guézer, así que los cananeos siguieron allí, viviendo junto a los de Efraín.

30 Los de Zabulón tampoco pudieron echar a los cananeos que vivían en Quitrón y en Nahalal, así que éstos siguieron allí, pero obligados a trabajar para los de Zabulón.

31-32 Tampoco los de Aser pudieron echar a los cananeos que vivían en Aco, Sidón, Ahlab, Aczib, Helbá, Afec y Rehob, así que se quedaron a vivir entre los cananeos que allí vivían.

33 Tampoco los de latribude Neftalí pudieron echar a los cananeos que vivían en Bet-semes y Bet-anat, así que éstos siguieron allí, pero obligados a trabajar para los de Neftalí.

34 Los de la tribu de Dan tuvieron que retroceder a las montañas porque los amorreos no los dejaron bajar a la llanura.

35 Así que los amorreos se quedaron en Jeres, Aialón y Saalbim. Tiempo después, los de Efraín y de Manasés se hicieron más poderosos y obligaron a los amorreos a trabajar para ellos.

36 La frontera de los amorreos comenzaba en el paso de Acrabim, llegaba hasta Selá, y de allí seguía hacia las montañas.