Jueces 2

El ángel de Dios en Boquim

1 Elángelde Dios salió de Guilgal y fue a Boquim para darles a los israelitas el siguiente mensaje de parte de Dios:

«Yo los saqué a ustedes de Egipto y los traje al territorio que les había prometido a susantepasados. A ellos les dije: “Yo les cumpliré mi promesa,

2 pero ustedes no deben hacer ningún trato con la gente que vive allí. Al contrario, deben destruir sus altares”.

»Pero, ¿qué hicieron ustedes? Simplemente me desobedecieron.

3 Por eso, ahora que ustedes avancen, no voy a echar a esa gente. Tanto ellos como sus dioses serán una trampa para ustedes».

4 Cuando el ángel de Dios terminó de hablar, los israelitas comenzaron a llorar y a gritar.

5 Por eso llamaron Boquima ese lugar, y allí ofrecieronsacrificiosa Dios.

Muerte de Josué

6 Josué despidió a los israelitas, y éstos fueron a establecerse en el territorio que a cada uno le había tocado.

7 Mientras vivieron Josué y loslíderesdel país, los israelitas obedecieron al único Dios verdadero. Esos líderes habían visto las maravillas que Dios había hecho en favor de los israelitas.

8 Josué murió a los ciento diez años de edad.

9 Lo enterraron en su propio territorio de Timnat-sérah, que está en las montañas de latribude Efraín, al norte del monte Gaas.

10 Murieron también todos los israelitas de su época; por eso los que nacieron después no sabían nada acerca del Dios verdadero ni de lo que él había hecho en favor de los israelitas.

Los israelitas dejan de adorar a Dios

11-13 Los israelitas dejaron deadoraral Dios de susantepasados, que los había sacado de Egipto, y empezaron a adorar a los dioses de la gente que vivía a su alrededor; adoraron las estatuas de dioses falsos como Baal y Astarté. Estepecadode los israelitas hizo enojar a Dios.

14 Tan enojado estaba con ellos que dejó que los atacaran y les robaran lo que tenían. También permitió que los derrotaran sus enemigos, sin que ellos pudieran hacer nada para impedirlo.

15 Cuando iban a pelear, Dios se ponía en contra de ellos, y todo les salía mal, tal como él lo había advertido.

Los israelitas estaban en grandes aprietos,

16 así que Dios les puso jefes para librarlos de quienes les robaban.

17 Sin embargo, ellos no prestaron atención a esos jefes, ni fueron obedientes a Dios, sino que adoraron a otros dioses. Sus antepasados habían cumplido losmandamientosdel Dios verdadero, pero ellos no los cumplieron.

18 Dios ayudaba a los jefes que él ponía. Mientras ese jefe vivía, Dios salvaba a los israelitas de sus enemigos, porque se compadecía de ellos al oírlos quejarse de sus sufrimientos.

19 Pero al morir el jefe, los israelitas volvían a pecar. Su comportamiento era peor que el de sus padres, pues servían y adoraban a otros dioses, y tercamente se negaban a cambiar de actitud.

20 Por eso Dios se enfureció contra ellos, y dijo:

«Este pueblo no ha cumplido con el trato que hice con sus antepasados. Me han desobedecido,

21 así que ya no voy a echar a ninguno de los pueblos que todavía quedan en el territorio desde que Josué murió.

22 Usaré a esos pueblos para ver si los israelitas en verdad quieren obedecerme, como lo hicieron sus antepasados».

23 Por eso Dios no expulsó enseguida a los pueblos que Josué no había podido derrotar, sino que les permitió quedarse.

Jueces 3

Los pueblos que quedaban en Canaán

1-5 Cuando se luchaba para conquistar el territorio de Canaán, muchos de los israelitas todavía no habían nacido. Por eso Dios dejó algunos pueblos cananeos, para que los israelitas que nunca habían combatido aprendieran a pelear. Dejó a cinco jefes filisteos, a todos los cananeos, a los sidonios y a los heveos que vivían en el monte Líbano, desde el monte Baal-hermón hasta el paso de Hamat. Además, dejó a los hititas, amorreos, ferezeos y jebuseos. Con esos pueblos Dios también puso a prueba a los israelitas, para ver si obedecían las órdenes que él había dado por medio de Moisés. Pero los israelitas no obedecieron, sino que permitieron

6 que sus hijos y sus hijas se casaran con gente de esos pueblos, y queadorarana sus dioses.

Otoniel

7 Los israelitas se olvidaron de Dios ypecaroncontra él, puesadoraronlas estatuas de Baal y de Astarté.

8 Por eso Dios se enojó y permitió que los conquistara Cusán-risataim, que era rey de Mesopotamia. Después de ocho años de esclavitud,

9 los israelitas le suplicaron a Dios que los salvara, y él les puso por jefe a Otoniel, sobrino de Caleb.

10 El espíritu de Dios actuó sobre Otoniel, y éste guió a los israelitas en su lucha contra Cusán-risataim. Así Dios ayudó a Otoniel a derrotar a su enemigo.

11 Después de esto hubo cuarenta años de paz en la región, hasta que murió Otoniel.

Ehud

12 Como los israelitas volvieron apecarcontra Dios, él le dio a Eglón, rey de Moab, más poder que a los israelitas.

13 Para atacarlos, Eglón se unió con los amonitas y los amalecitas, y se apoderó de Jericó.

14 Después de dieciocho años de esclavitud, los israelitas

15-16 le suplicaron a Dios que los salvara, y él les envió a Ehud hijo de Guerá, que era de latribude Benjamín. Ehud era el encargado de llevarle a Eglón losimpuestosque los israelitas debían pagarle.

Ehud hizo una espada de doble filo, de unos cincuenta centímetros de largo, y como era impedido de la mano derecha se la puso del lado derecho, cubriéndola bajo sus ropas.

17-20 Luego se fue a llevar los impuestos al rey Eglón. Después de entregarle los impuestos, Ehud y sus hombres salieron de allí. Cerca de Guilgal, donde estaban las estatuas de losídolos, se despidió de ellos y regresó a donde estaba el rey Eglón, que era muy gordo y estaba sentado en su sala de verano. Ehud le dijo: «Su Majestad, tengo un mensaje secreto para usted».

El rey ordenó a sus servidores que salieran. Entonces Ehud se acercó al rey, y le dijo: «El mensaje que traigo es de parte de Dios». Al oír eso el rey, como pudo, se puso de pie.

21-22 Ehud tomó con su mano izquierda la espada que llevaba del lado derecho, y con tanta fuerza se la clavó al rey en el vientre, que le vació los intestinos. Como Eglón era tan gordo, toda la espada quedó atorada en su gordura.

23 Después Ehud cerró con llave las puertas de la sala de verano, salió por una ventana

24 y se fue.

Cuando los servidores del rey volvieron y encontraron las puertas cerradas con llave, pensaron que Eglón estaba haciendo sus necesidades.

25 Esperaron afuera un buen rato, pero como el rey no salía, comenzaron a preocuparse. Entonces abrieron las puertas, y encontraron a su rey tendido en el piso y sin vida.

26 Mientras los servidores habían estado esperando, Ehud se había escapado. Pasó por donde estaban las estatuas de los ídolos, y se refugió en Seirat.

27 Al llegar a las montañas de la tribu de Efraín, tocó la trompeta para reunir a los israelitas. Ellos bajaron de las montañas, con Ehud al frente,

28 y él les dijo: «¡Síganme! ¡Con la ayuda de Dios venceremos a los moabitas!»

Los israelitas lo siguieron, y se apoderaron del paso del río Jordán que lleva a Moab, y no dejaron pasar a nadie.

29-30 Y aunque los moabitas eran fuertes y valientes, aquel día murieron unos diez mil de sus mejores soldados. ¡Ninguno pudo escapar!

Después de eso hubo en el territorio ochenta años de paz.

Samgar

31 El siguiente jefe fue Samgar hijo de Anat, quien tomó un palo con punta de hierro y mató a seiscientos filisteos. De esa manera salvó al pueblo de Israel.

Jueces 4

Débora y Barac

1 Después de la muerte de Ehud, los israelitas volvieron apecarcontra Dios.

2 Por eso él permitió que los venciera Jabín, un rey cananeo que gobernaba en la ciudad de Hasor. El jefe del ejército de Jabín se llamaba Sísara, y vivía en la ciudad de Haróset-goím.

3 Jabín tenía novecientos carros de hierro, y durante veinte años trató a los israelitas con crueldad y violencia, hasta que ellos le suplicaron a Dios que los salvara.

4 En esa época unaprofetisallamada Débora era jefe de los israelitas. Débora era esposa de Lapidot,

5 y acostumbraba sentarse bajo una palmera, conocida como la Palmera de Débora, que estaba en las montañas de latribude Efraín, entre Ramá y Betel. Los israelitas iban a verla para que les solucionara sus problemas.

6 Cierto día, ella mandó llamar a Barac hijo de Abinóam, que vivía en Quedes, un pueblo de la tribu de Neftalí, y le dijo:

—El Dios de Israel, que es el Dios verdadero, te ordena reunir en el monte Tabor a diez mil hombres de las tribus de Neftalí y de Zabulón.

7 Dios hará que Sísara, el jefe del ejército de Jabín, vaya al arroyo Quisón para atacarte con sus soldados y sus carros. Pero Dios les dará a ustedes la victoria.

8 Barac le respondió:

—Iré solamente si tú me acompañas. De otra manera, no iré.

9 Entonces Débora dijo:

—Está bien, te acompañaré. Pero quiero que sepas que no serás tú quien mate a Sísara. Dios le dará ese honor a una mujer.

Y Débora se fue a Quedes con Barac,

10 donde éste reunió un ejército con diez mil hombres de las tribus de Zabulón y de Neftalí.

11 Por su parte, Héber el quenita, que eradescendientedel suegro de Moisés, se había separado de su tribu y se había ido a vivir cerca de Quedes, junto al roble de Saanaim.

12 Cuando Sísara se enteró de que Barac se dirigía al monte Tabor,

13 reunió a sus novecientos carros de hierro y a todos sus soldados. Salieron de Haróset-goím y marcharon hasta el arroyo Quisón.

14 Entonces Débora le dijo a Barac: «¡En marcha, que hoy Dios te dará la victoria sobre Sísara! ¡Y Dios mismo va al frente de tu ejército!»

Barac bajó del monte Tabor, al frente de sus diez mil soldados.

15 Cuando Barac y sus hombres atacaron, Dios causó confusión entre los carros y los soldados de Sísara. Hasta el mismo Sísara se bajó de su carro y huyó a pie.

16 Barac, mientras tanto, persiguió a los soldados y a los carros hasta Haróset-goím. Aquel día murieron todos los soldados de Sísara. Ni uno solo quedó con vida.

17 Sísara huyó a pie hasta la carpa de Jael, la esposa de Héber, porque el rey Jabín era amigo de la familia de Héber.

18 Jael salió a recibirlo y le dijo: «Pase por aquí, señor. No tenga miedo».

Entonces él entró en la carpa, y ella lo escondió detrás de una cortina.

19 Como Sísara tenía mucha sed, le pidió a Jael que le diera agua. Ella destapó la jarra donde guardaba la leche, y le dio a beber. Después volvió, para esconder a Sísara,

20 y él le dijo: «Quédate a la entrada de la carpa. Si alguien pregunta quién está aquí adentro, dile que no hay nadie».

21 Sísara estaba tan cansado que se quedó profundamente dormido. Entonces Jael tomó un martillo y una estaca de la carpa, y sin hacer ruido se acercó hasta donde estaba Sísara; allí le atravesó la cabeza con la estaca, hasta clavarla en la tierra. Así murió Sísara.

22 Cuando llegó Barac buscando a Sísara, Jael salió a recibirlo y le dijo: «Ven y te mostraré al hombre que buscas». Barac entró en la carpa, y vio a Sísara tendido en el suelo, con la estaca clavada en la cabeza.

23-24 De esta manera Dios les dio la victoria a los israelitas, que en aquel día atacaron con todo al rey Jabín hasta destruirlo.

Jueces 5

La canción de Débora y Barac

1 Aquel día Débora y Barac cantaron esta canción:

2 «¡Den gracias a Dios, jefes israelitas!

¡Den gracias a Dios todos ustedes,

pues se dispusieron a luchar por él!

3 »¡Préstenme atención

reyes y gobernantes!

Mi canto y mi música

son para el verdadero Dios,

el Dios de Israel.

4 »Cuando tú, mi Dios,

te fuiste de Seír,

cuando te marchaste

de los campos de Edom,

la tierra tembló,

el cielo se estremeció,

y las nubes dejaron caer su lluvia.

5 El monte Sinaí

y todas las montañas

temblaron ante el Dios de Israel.

6 »En la época de Samgar y de Jael,

eran muy peligrosos los caminos,

la gente andaba por veredas angostas;

7 los campesinos no podían cultivar sus tierras.

Entonces yo, Débora,

me levanté para defender a Israel,

como defiende una madre a sus hijos.

8 »Dios mío,

cuando nos enviaste la guerra

por haberadoradoa otros dioses,

de entre cuarenta mil soldados

no se levantó ningún valiente.

9 »Te doy gracias, Dios mío,

y felicito a los jefes de Israel,

a los pocos valientes

que se ofrecieron a luchar.

10 »¡Canten victoria todos ustedes,

los pobres y los ricos de Israel!

11 ¡En todo rincón de la ciudad

el pueblo celebra los triunfos de Dios,

y las victorias de su pueblo Israel!

12 »¡Arriba, Débora, vamos!

¡Canta una canción!

¡Vamos, Barac hijo de Abinóam!

¡Encierra a tus prisioneros!

13 »Los jefes israelitas bajaron,

y se unieron al pueblo de Dios

para luchar contra el poderoso enemigo.

14 De la tierra de los amalecitas

bajaron los de Efraín;

detrás de ti, Débora,

marcharon los de Benjamín.

Se te unieron los jefes de Maquir,

y los gobernantes de Zabulón.

15 Los jefes de Isacar te acompañaron,

y apoyaron a Barac

en la batalla del valle.

Pero los de latribude Rubén

16 prefirieron quedarse a cuidar las ovejas,

que acompañarte a la batalla.

17 Las tribus al otro lado del Jordán

se quedaron en sus tierras de Galaad.

Los de Dan y de Aser

se quedaron en los puertos,

cuidando sus barcos.

18 Pero los de Zabulón y Neftalí

arriesgaron sus vidas

en los campos de batalla.

19 »Luego, en Taanac,

junto al arroyo Meguido,

vinieron a pelear los reyes cananeos.

Pero volvieron con las manos vacías.

20 ¡Hasta las estrellas del cielo

lucharon contra Sísara!

21 El antiguo arroyo de Quisón

barrió con todos nuestros enemigos.

»¡Adelante, siempre adelante!

¡Yo, Débora, marcharé con poder!

22 »Los caballos de Sísara

salieron a galope tendido;

¡sus cascos retumbaban como relámpagos!

23 Y anunció elángelde Dios:

“¡Que Dios castigue

a los habitantes de Meroz!

Porque no vinieron a ayudar

al ejército de Dios,

¡no quisieron luchar por él!”

24 »¡Benditaseas Jael,

esposa de Héber el quenita!

¡Bendita entre todas las mujeres de Israel!

25 Sísara te pidió agua y tú le diste leche

para hacerlo caer en un sueño profundo.

26 Con una mano tomaste una estaca,

y con la otra, un martillo.

De un golpe le aplastaste la cabeza.

27 Sísara se desplomó entre tus piernas.

¡Quedó tendido en el piso!

28 »La madre de Sísara, afligida,

se asoma por la ventana y pregunta:

“¿Por qué tarda tanto mi hijo?

¿Por qué no se oyen sus caballos?”

29 Las sirvientas mássabiasle responden;

y ella misma se repite estas palabras:

30 “Seguramente se están repartiendo

lo que ganaron en la guerra:

Una o dos mujeres para cada capitán,

telas de muchos colores para Sísara,

uno o dos pañuelos bordados en colores

para adornarse el cuello…”.

31 »Y Débora y Barac

terminaron su canto así:

¡Dios mío,

que sean destruidos tus enemigos,

pero que tus amigos brillen

como el sol de mediodía!»

Después de eso hubo cuarenta años de paz en todo el territorio.

Jueces 6

Gedeón

1 Después los israelitas volvieron apecarcontra Dios, así que durante siete años Dios permitió que los madianitas los dominaran.

2 Como los madianitas los maltrataban, los israelitas se escondían en los cerros, entre cuevas y escondites.

3 Cada vez que los israelitas tenían algo sembrado, venían los madianitas, los amalecitas y la gente del este, y los atacaban;

4-6 acampaban en los territorios de los israelitas y destruían sus cosechas, y además se llevaban sus ovejas, sus bueyes y sus burros. No les dejaban nada que comer. Eran tantos los que venían con sus camellos, que no se podían contar. Parecían unaplagade saltamontes, pues todo lo destruían y hacían sufrir mucho a los israelitas. Esto mismo pasaba en la región de la costa cercana a Gaza.

7 Entonces los israelitas le suplicaron a Dios que los salvara del poder de los madianitas,

8 y Dios les envió unprofetapara que les dijera:

«El Dios de Israel los sacó de Egipto, donde eran esclavos.

9 No sólo los libró de los egipcios sino también de todas las otras naciones que los maltrataban y robaban. A medida que ustedes avanzaban, él iba echando fuera a esas naciones para darles a ustedes esos territorios.

10 Dios les dijo que él es el único Dios verdadero, y que ustedes no debíanadorara los dioses de los amorreos, en cuyo territorio ahora viven. Pero no le hicieron caso».

11 Luego vino elángelde Dios y se sentó bajo el roble que está en Ofrá. Ese árbol pertenecía a Joás, que eradescendientede Abiézer. En ese momento, Gedeón hijo de Joás, estaba limpiando trigo, a escondidas de los madianitas, en el lugar donde se pisaban las uvas para hacer vino.

12 El ángel de Dios se le apareció a Gedeón y le dijo:

—¡Qué fuerte y valiente eres! ¡Por eso Dios está contigo!

13 Gedeón le respondió:

—Perdón, señor, pero si Dios está con nosotros, ¿por qué nos pasa todo esto? ¿Por qué no hacemilagroscomo cuando nos libró de Egipto? Nuestrosantepasadosnos han contado las maravillas que Dios hizo antes; pero ahora nos ha abandonado, nos ha dejado caer en manos de los madianitas.

14 Entonces Dios mismo miró a Gedeón y le dijo:

—Pues eres tú quien va a salvar a Israel del poder de los madianitas. Además de tus propias fuerzas, cuentas con mi apoyo.

15 Gedeón le preguntó a Dios:

—Pero mi Dios, ¿cómo podré librar a los israelitas? Mi grupo familiar es el más pobre de latribude Manasés, y yo soy el menos importante de toda mi familia.

16 Y Dios le contestó:

—Podrás hacerlo porque yo estaré contigo para ayudarte. Derrotarás a los madianitas como si derrotaras a un solo hombre.

17 Entonces Gedeón se dirigió al ángel y le dijo:

—Si cuento con la aprobación de Dios, dame una señal de que realmente es él quien me ha hablado.

18 Por favor, no te vayas de aquí hasta que yo vuelva. Quiero ofrecerte de comer.

El ángel de Dios le aseguró:

—Esperaré aquí hasta que regreses.

19 Gedeón se fue a su casa. Preparó un cabrito, y con diez kilogramos de harina hizo panes sinlevadura. Luego puso la carne en una canasta y el caldo en una olla. Lo llevó todo hasta el roble y se loofrendóa Dios.

20 El ángel le ordenó que pusiera la carne y los panes sobre una piedra, y que echara el caldo encima. Y Gedeón obedeció.

21 Por su parte, el ángel, con la punta del bastón que tenía en la mano, tocó la carne y los panes sin levadura. Enseguida salió fuego de la piedra y quemó toda la carne y los panes; luego el ángel de Dios desapareció.

22 En ese momento Gedeón se dio cuenta de que se trataba del ángel de Dios, y lleno de miedo exclamó:

—Dios mío, de seguro moriré, pues he visto a tu ángel cara a cara.

23 Pero Dios le dijo:

—No tengas miedo, no te vas a morir. Al contrario, he venido a darte paz.

24 Entonces Gedeón edificó allí un altar a Dios, y le puso por nombre «Dios es paz». Hasta el momento en que este relato se escribe, este altar todavía está en Ofrá, ciudad del grupo familiar de Abiézer.

25 Esa misma noche, Dios le dijo a Gedeón:

«Ve al ganado de tu padre y toma el mejor toro. Derriba el altar de Baal que tiene tu padre, y destruye la estatua de la diosa Aserá, que está junto al altar de Baal.

26 Luego, con piedras labradas, edifica un altar en mi honor en la parte alta de la colina. Toma el toro y ofrécemelo comosacrificio, usando como leña la estatua que destruiste».

27 Así que esa noche Gedeón se llevó a diez de sus sirvientes e hizo lo que Dios le había ordenado. No se atrevió a hacerlo de día por miedo a su familia y a gente de la ciudad.

28 A la mañana siguiente, cuando los habitantes de la ciudad se levantaron, vieron que el altar de Baal había sido derribado, y que habían destruido la estatua de Aserá. Vieron, además, que el mejor toro había sido sacrificado sobre el nuevo altar.

29 Unos a otros se preguntaban: «¿Quién habrá hecho esto?»

Después de buscar y averiguar, se enteraron de que Gedeón lo había hecho.

30 Entonces buscaron al padre de Gedeón y le dijeron:

—¡Trae aquí a tu hijo! Lo vamos a matar, porque ha derribado el altar de Baal y destruido la estatua de la diosa Aserá.

31 Pero Joás les dijo a todos:

—¡Ahora resulta que ustedes están de parte de Baal, y lo quieren defender! ¡Pues cualquiera que lo defienda, que muera antes del amanecer! Si Baal es dios, que se defienda a sí mismo. Después de todo, el altar derribado era suyo.

32 Desde entonces le cambiaron el nombre a Gedeón y lo llamaron Jerubaal, porque Joás había dicho: «¡Que Baal se defienda a sí mismo!El altar derribado era suyo».

33 Después de esto, todos los madianitas se unieron a los amalecitas y a los pueblos del este. Cruzaron el río Jordán y acamparon en el valle de Jezreel.

34 Pero Gedeón, guiado por el espíritu de Dios, tocó la trompeta para que se le uniera la gente de Abiézer.

35 Mandó mensajeros por todo el territorio de la tribu de Manasés, para que también esta tribu se les uniera. Además, envió mensajeros a las tribus de Aser, Zabulón y Neftalí, y todos se le unieron.

36 Y Gedeón le dijo a Dios:

«Quiero saber si de veras me vas a usar para liberar a los israelitas, tal y como me dijiste.

37 Voy a poner esta lana de oveja en el lugar donde se limpia el trigo. Si por la mañana la lana está mojada de rocío, pero el suelo alrededor está seco, sabré que de veras me vas a usar para salvar a los israelitas».

38 Y eso fue lo que ocurrió. Al día siguiente muy temprano, cuando Gedeón se levantó, exprimió la lana y sacó tanta agua que llenó un tazón.

39 Después Gedeón le dijo a Dios: «¿No te enojas si te digo algo? Déjame, por favor, hacer una prueba más. Que esta vez la lana quede seca y el rocío caiga sólo sobre el suelo».

40 Y eso fue lo que Dios hizo aquella noche. A la mañana siguiente la lana estaba seca, pero el suelo estaba todo mojado.

Jueces 7

Gedeón derrota a los madianitas

1 Gedeón, a quien ahora llamaban Jerubaal, y todos los que estaban con él se levantaron muy temprano y se fueron a acampar junto al manantial de Harod. El campamento de los madianitas les quedaba al norte, en el valle que está al pie del monte Moré.

2 Dios le dijo a Gedeón:

«Hay demasiados soldados en tu ejército, y van a pensar que la victoria sobre los madianitas será de ellos y no mía.

3 Por eso, reúnelos y diles que cualquiera que tenga miedo regrese a su casa».

De esta manera Gedeón los puso a prueba. Veintidós mil soldados regresaron a su casa, y diez mil se quedaron.

4 Dios le volvió a hablar a Gedeón: «Todavía hay demasiados soldados. Llévalos a tomar agua, para que yo los ponga a prueba. Allí te señalaré quiénes irán contigo, y quiénes no».

5 Gedeón los llevó a tomar agua, y Dios le dijo: «Pon a un lado a los que se inclinen para beber, y aparta a todos los que saquen agua con las manos y la beban como los perros».

6 Trescientos soldados recogieron agua con las manos y, llevándosela a la boca, la bebieron como hacen los perros. Todos los demás se inclinaron para beber.

7 Dios le dijo entonces a Gedeón: «Con estos trescientos soldados voy a salvarlos y les daré la victoria sobre los madianitas. Todos los demás, pueden irse a su casa».

8 Así que Gedeón se quedó con trescientos hombres. Recogió los cántaros y las trompetas de los demás, y los mandó de vuelta a sus tiendas de campaña. El campamento de los madianitas quedaba más abajo, en el valle.

9 Esa misma noche Dios le ordenó a Gedeón:

«Levántate y ataca a los madianitas. Yo te daré la victoria sobre ellos.

10 Pero si tienes miedo de atacarlos, baja al campamento con tu sirviente Purá.

11 Cuando oigas lo que están diciendo, perderás el miedo».

Gedeón se fue con su sirviente a los puestos de vigilancia del ejército enemigo.

12 Los madianitas, los amalecitas y toda la gente del este se habían dispersado por todo el valle. Parecían unaplagade saltamontes, y tenían tantos camellos como la arena que hay en la playa.

13 Cuando llegó Gedeón, oyó que un soldado le contaba a otro el sueño que había tenido. Le decía:

—Soñé que un pan de cebada venía rodando sobre nuestro campamento, y chocaba contra una tienda y la derribaba.

14 Su compañero le respondió:

—¡No cabe duda de que se trata del ejército de Gedeón! ¡Dios le va a dar la victoria sobre nuestro ejército!

15 Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y lo que significaba,adoróa Dios. Luego Gedeón volvió al campamento israelita y ordenó: «¡Arriba todos! Dios nos va a dar la victoria sobre el ejército madianita».

16 Gedeón dividió a sus hombres en tres grupos, y les dio trompetas y cántaros vacíos. Dentro de los cántaros pusieron antorchas encendidas.

17 Después les dijo: «Al acercarnos al campamento madianita, fíjense en mí y hagan lo que me vean hacer.

18 Cuando mi grupo y yo toquemos la trompeta, ustedes también hagan sonar las suyas y griten: “¡Por Dios y por Gedeón!”»

19 Gedeón y los cien hombres que estaban con él se acercaron al campamento poco antes de la medianoche, cuando estaba por cambiar el turno de la guardia. Hicieron sonar sus trompetas y rompieron los cántaros que llevaban en las manos,

20 y los otros dos grupos hicieron lo mismo. Con la antorcha en la mano izquierda y la trompeta en la derecha, todos gritaron: «¡Al ataque! ¡Por Dios y por Gedeón!»

21 Los israelitas se quedaron quietos en sus puestos, rodeando el campamento enemigo. Al oír los gritos, todos los del ejército madianita salieron corriendo.

22 Los israelitas, por su parte, seguían tocando sus trompetas, mientras Dios hacía que las tropas enemigas se atacaran entre sí y salieran huyendo. Se fueron a Bet-sitá, camino de Sererá, y llegaron hasta la frontera de Abel-meholá, cerca de Tabat.

23 Entonces llamaron a los hombres de lastribusde Neftalí, de Aser y de todo Manasés, para que persiguieran a los madianitas.

24 Gedeón envió mensajeros por todo el territorio de Efraín, con este mensaje: «¡Vengan a pelear contra los madianitas! Vigilen las partes bajas del río Jordán y de los arroyos, hasta Bet-bará, para que los madianitas no puedan cruzar por allí».

Los de la tribu de Efraín obedecieron estas órdenes,

25 y capturaron además a Oreb y a Zeeb, que eran dos jefes madianitas. Mataron a Oreb en la piedra que ahora se conoce como Roca de Oreb. A Zeeb lo mataron en el lugar donde se exprimían las uvas para hacer el vino, y que se conoce como Lagar de Zeeb. Persiguieron a los madianitas, y después llevaron las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón, que estaba al otro lado del río Jordán.

Jueces 8

Derrota final de los madianitas

1 Los de latribude Efraín estaban muy enojados con Gedeón, y le reclamaron:

—¿Por qué no nos dijiste que ibas a pelear contra los madianitas? ¿Por qué no nos avisaste?

2 Gedeón les respondió:

—Comparado con lo que hicieron ustedes, yo no he hecho nada. Lo poco que hicieron ustedes fue mucho más de lo que hicimos nosotros.

3 Con la ayuda de Dios pudieron capturar a Oreb y a Zeeb, los jefes madianitas, y eso tiene mucho más valor.

Con estas palabras de Gedeón, se les pasó el enojo a los de Efraín.

4 Gedeón y los trescientos hombres que lo acompañaban llegaron al río Jordán, y lo cruzaron. Estaban muy cansados, pero seguían persiguiendo al enemigo.

5 Al llegar a Sucot, Gedeón les pidió a los que vivían allí:

—Por favor, denles algo de comer a mis soldados, porque están muy cansados. Estamos persiguiendo a Zébah y a Salmuná, los dos reyes madianitas.

6 Pero los jefes de Sucot le respondieron:

—¿Por qué tenemos que darle de comer a tu ejército? ¡Todavía no han capturado a Zébah y Salmuná!

7 Entonces Gedeón les dijo:

—Está bien. Con la ayuda de Dios capturaremos a Zébah y a Salmuná, y cuando lo hayamos hecho volveremos a este lugar y nos vengaremos de ustedes. ¡Los azotaremos con ramas espinosas y arbustos del desierto!

8 De allí Gedeón se fue a la ciudad de Penuel, y les pidió lo mismo a los que vivían allí. Los de Penuel le contestaron lo mismo que los de Sucot.

9 Así que Gedeón les dijo a los de Penuel:

—¡Cuando vuelva, después de lograr la paz, echaré abajo esta torre!

10 Zébah y Salmuná estaban en Carcor con unos quince mil hombres, que era lo que quedaba del ejército que salió del este, porque habían muerto ciento veinte mil soldados.

11 Gedeón subió por el camino que pasa al este de Nóbah y Jogbehá, y los atacó por sorpresa.

12 Zébah y Salmuná trataron de huir, pero Gedeón los persiguió y los capturó. Eso causó mucho miedo y confusión en el ejército madianita.

13 Cuando Gedeón volvía de la batalla por el paso de Jeres,

14 capturó a un joven de Sucot y le hizo unas preguntas. El joven le dio los nombres de los setenta y siete jefes de Sucot.

15 Entonces Gedeón fue a hablar con los hombres de Sucot y les dijo: «¿Se acuerdan que se burlaron de mí y no quisieron ayudarme? Me dijeron que no podían darle de comer a mi cansado ejército, porque todavía no habíamos capturado a Zébah y a Salmuná. ¿Se acuerdan? ¡Pues aquí los tienen!»

16 Y Gedeón tomó a los jefes de Sucot, y los azotó con ramas espinosas y arbustos del desierto.

17 También echó abajo la torre de Penuel, y mató a los hombres de esa ciudad.

18 Después les preguntó a Zébah y a Salmuná:

—¿Cómo eran los hombres que mataron ustedes en Tabor?

Ellos le respondieron:

—Se parecían a ti. Todos parecían ser príncipes.

19 Gedeón exclamó:

—¡Eran mis hermanos, los hijos de mi propia madre! Les juro por Dios que, si los hubieran dejado vivir, yo no los mataría a ustedes dos ahora.

20 Enseguida Gedeón le ordenó a Jéter, su hijo mayor: «¡Vamos! ¡Mátalos!»

Pero Jéter no se animó a sacar su espada, porque era todavía muy joven.

21 Entonces Zébah y Salmuná le dijeron a Gedeón: «Si realmente eres tan valiente, ¡mátanos tú mismo!»

Entonces Gedeón se levantó y los mató. Luego les quitó a los camellos de Zébah y Salmuná los adornos que llevaban al cuello.

22 Después de eso los israelitas le dijeron a Gedeón:

—Queremos que tú y tusdescendientesnos gobiernen, porque nos has salvado de los madianitas.

23 Gedeón les respondió:

—Ni mi hijo ni yo los gobernaremos. Quien los va a gobernar es Dios.

24 Pero una sola cosa les pido: que cada uno me entregue los anillos de la gente que ha capturado.

Y es que los madianitas, como otra gente que vivía en el desierto, usaban anillos de oro.

25 Así que los israelitas le respondieron:

—Con mucho gusto. Aquí están.

Y extendieron en el piso una capa donde cada uno echó un anillo de los que habían capturado.

26 El oro de los anillos que recibió Gedeón pesaba casi diecinueve kilos. Además, le entregaron adornos, joyas y telas finas que usaban los reyes madianitas, y los collares de sus camellos.

27 Con todo ese oro, Gedeón hizo una estatua y la colocó en Ofrá, su ciudad. Todos los israelitas le fueron infieles a Dios, porque iban aadoraresa estatua. Aun para Gedeón y su familia, la estatua resultó ser una trampa.

28 Así fue como Israel venció a los madianitas, los cuales nunca más recobraron su poder. Y mientras Gedeón vivió, hubo en esa región cuarenta años de paz.

Muerte de Gedeón

29 Gedeón se fue a vivir a su propio pueblo,

30 y allí tuvo muchos hijos con sus varias esposas.

31 Pero en Siquem tuvo otra mujer, de la cual nació un hijo a quien llamó Abimélec.

32 Cuando Gedeón murió, era ya muy anciano. Lo enterraron en la tumba de su padre, Joás, en Ofrá, ciudad de Abiézer.

33 Después de que murió Gedeón, los israelitas volvieron apecarcontra Dios, puesadorarona dioses falsos. Eligieron a Baal-berit como su dios,

34 y se olvidaron del Dios verdadero, que los había librado de todos sus enemigos.

35 Y no fueron bondadosos con la familia de Gedeón, a pesar de todo el bien que él les había hecho.

Jueces 9

Abimélec

1 Abimélec, hijo de Gedeón, se fue a Siquem para hablar con sus parientes, y les dijo:

2 «Convenzan a la gente de Siquem de que es mejor que los gobierne yo, que soy su pariente materno, y no los muchos hijos de Gedeón».

3 Entonces sus parientes se fueron a hablar con los de Siquem. Éstos decidieron apoyar a Abimélec,

4 y le dieron mucho dinero, el cual sacaron del templo de Baal-berit para que matara a los otros hijos de Gedeón. Abimélec alquiló a unos bandoleros para que lo acompañaran,

5 y fue al pueblo de su padre. Allí, sobre una misma piedra mató a sus hermanos. El único que se salvó fue Jotam, el hijo menor de Gedeón, porque se había escondido.

6 Entonces toda la gente de Siquem se reunió con la de Bet-miló, junto al roblesagradoque está en Siquem, y nombraron rey a Abimélec.

La fábula de Jotam

7 Cuando Jotam se enteró de que habían nombrado rey a Abimélec, subió a lo más alto del monte Guerizim, y desde allí gritó con voz muy fuerte:

«¡Oigan, gente de Siquem, lo que voy a contarles! ¡Así tal vez Dios los oiga a ustedes!

8 »En cierta ocasión los árboles salieron a buscar a alguien que reinara sobre ellos. Le pidieron al olivo que fuera su rey,

9 pero el olivo les respondió: “Para ser rey de los árboles tendría que dejar de producir aceite, el cual se usa para honrar a los dioses y a los hombres”.

10 »Le pidieron entonces a la higuera que reinara sobre ellos,

11 pero la higuera les respondió: “Para reinar sobre los árboles tendría que dejar de dar higos dulces y sabrosos”.

12 »Luego le pidieron a la planta de uvas que reinara sobre ellos,

13 pero ella les respondió: “Para reinar sobre los árboles tendría que dejar de producir vino, el cual alegra a los dioses y a los hombres”.

14 »Entonces todos los árboles le pidieron al pequeño arbusto que fuera su rey,

15 pero el arbusto, que estaba lleno de espinas, les respondió: “Si de veras quieren que sea yo su rey, vengan a refugiarse bajo mi sombra. De lo contrario, aunque soy pequeño, de mí saldrá fuego y consumirá a todos los grandes cedros del Líbano”.

16 »¿Les parece que fueron ustedes honestos y sinceros cuando nombraron rey a Abimélec? ¿Han sido leales a Gedeón, y han tratado bien a su familia, como él los trató a ustedes?

17 Mi padre peleó por ustedes y arriesgó su vida cuando los rescató de los madianitas.

18 En cambio, ustedes se han rebelado hoy contra la familia de mi padre al matar sobre una misma piedra a sus hijos. Además, han nombrado rey de Siquem a Abimélec, sólo porque es pariente materno de ustedes.

19 Si lo que hicieron hoy con Gedeón y su familia fue en verdad honesto y sincero, alégrense con Abimélec, y que él también esté contento con ustedes.

20 Pero si no es así, que salga de Abimélec un fuego que devore a la gente de Siquem y de Bet-miló, y que de estas dos ciudades salga un fuego que lo destruya a él.»

21 Cuando Jotam terminó de decir esto, huyó y se fue a vivir a un pueblo llamado Pozo, porque tenía miedo de su hermanastro Abimélec.

Rebelión contra Abimélec

22 Después de que Abimélec había reinado tres años,

23 Dios hizo que la gente de Siquem se rebelara contra Abimélec.

24 Así Abimélec recibió su merecido por haber matado a sus hermanos, y también los de Siquem fueron castigados por haberlo ayudado.

25 Algunos de Siquem se escondieron en las montañas, dedicándose a robar a todos los que pasaban por allí. Y Abimélec se enteró de esto.

26 En cierta ocasión, Gáal hijo de Ébed pasó por Siquem con sus hermanos y se ganó la confianza de los de esa ciudad,

27 los cuales salieron al campo y recogieron uvas para hacer vino. Hicieron una gran fiesta, donde además de maldecir a Abimélec, comieron y bebieron en el templo de su dios.

28 Y Gáal dijo:

«¿Quién se cree Abimélec? ¿Por qué los de Siquem tenemos que ser sus esclavos? Se cree mucho por ser hijo de Gedeón, pero la verdad es que tanto Gedeón como Zebul fueron simples ayudantes de Hamor, el verdadero jefe de Siquem. ¡Así que nosotros serviremos a Hamor, pero no a Abimélec!

29 Si yo fuera jefe de ustedes, echaría de aquí a Abimélec y le diría que reúna a todos los soldados que pueda para pelear contra mí».

30 Cuando Zebul, gobernador de la ciudad, oyó lo que decía Gáal, se enojó mucho.

31 Entonces le envió este mensaje a Abimélec, que estaba en Arumá:

«Gáal y sus hermanos han llegado a Siquem, y están alborotando a la gente y poniéndola en contra tuya.

32 Ven con tus soldados esta noche y escóndete en el campo,

33 y ataca la ciudad al amanecer. Y cuando Gáal y sus hombres salgan a pelear contra ti, haz con ellos lo que te parezca mejor».

34 Así que Abimélec y todos los que estaban con él salieron esa noche y, divididos en cuatro grupos, se escondieron alrededor de Siquem.

35 Cuando Gáal salió al portón de la ciudad, Abimélec y sus hombres salieron de sus escondites.

36 Gáal los vio y le dijo a Zebul:

—¡Mira! ¡Por los cerros viene bajando gente!

Zebul le respondió:

—No es gente. Son las sombras de los cerros.

37 Gáal volvió a decirle:

—¡Mira bien! ¡Son hombres los que vienen bajando por el cerro central! ¡Y por el camino del roble de los adivinos viene otro grupo!

38 Entonces Zebul le dijo:

—¿Y ahora qué me dices? ¿No decías que Abimélec no era nadie para hacernos sus esclavos? ¡Ahí están los hombres que despreciaste! ¡Sal a combatirlos!

39 Gáal salió entonces al frente de la gente de Siquem, y peleó contra Abimélec.

40 Pero Abimélec lo persiguió, y Gáal salió huyendo. Muchos cayeron heridos a lo largo del camino, hasta el portón de la ciudad.

41 Zebul, por su parte, echó a Gáal y a sus hermanos, y no los dejó vivir en Siquem. Abimélec se quedó en Arumá.

42 Al día siguiente, Abimélec se enteró de que los de Siquem saldrían al campo.

43 Dividió entonces a sus hombres en tres grupos, los cuales se escondieron en los campos. Cuando Abimélec vio que los de Siquem salían de la ciudad, salió él también de su escondite y los atacó.

44 Rápidamente Abimélec y el grupo que estaba con él fueron a apoderarse del portón de la ciudad, mientras los otros dos grupos atacaban a todos los que estaban en los campos y los mataban.

45 Abimélec siguió peleando todo ese día, hasta que se apoderó de la ciudad, y mató a la gente que estaba allí. Luego destruyó la ciudad y esparció sal sobre las ruinas.

46 Cuando los que estaban en la Torre de Siquem se enteraron de lo que había sucedido, se refugiaron en el templo de El-berit.

47 Abimélec supo que los de la Torre de Siquem se habían refugiado allí,

48 así que se fue con toda su gente al monte Salmón. Con un hacha cortó unas ramas, se las colocó sobre el hombro, y les dijo a sus hombres que hicieran lo mismo con rapidez.

49 Todos cortaron ramas y fueron con Abimélec hasta el refugio del templo, allí pusieron las ramas y les prendieron fuego. Así quemaron la torre, y murieron todos los que estaban dentro de ella, que eran unas mil personas, entre hombres y mujeres.

50 Después Abimélec se fue a Tebés, la rodeó y la capturó.

51 Dentro de la ciudad había una torre muy bien protegida. Todos los hombres y las mujeres de la ciudad se refugiaron allí. Cerraron bien las puertas y se fueron al techo.

52 Abimélec se acercó a la puerta de la torre para atacarla, pero cuando se preparaba para incendiarla

53 una mujer le arrojó una piedra de molino. La piedra le cayó en la cabeza y le rompió el cráneo.

54 Rápidamente llamó Abimélec a su ayudante de armas, y le dijo: «Saca tu espada y mátame. No quiero que se diga que una mujer me mató».

Entonces su ayudante le clavó la espada, y Abimélec murió.

55 Cuando los israelitas se enteraron de que había muerto, regresaron a sus casas.

56 De esta manera Dios castigó a Abimélec por el crimen que había cometido contra su padre, al matar a sus hermanos.

57 También Dios hizo que los de Siquem pagaran por todos sus crímenes, tal como lo había dicho Jotam cuando los maldijo.

Jueces 10

Tolá

1 Después de Abimélec, un hombre llamado Tolá, de latribude Isacar, fue el jefe que salvó a Israel. Tolá era hijo de Puá y nieto de Dodó, y vivía en Samir, en las montañas de Efraín.

2 Durante veinte años dirigió a los israelitas, hasta que murió y fue sepultado en Samir.

Jaír

3 Después de Tolá, fue jefe Jaír, que era de Galaad. Jaír fue jefe de los israelitas veintidós años.

4 Tuvo treinta hijos, y todos ellos eran gente importante. Tenían, además, treinta ciudades en Galaad, que todavía se conocen como «las ciudades de Jaír».

5 Cuando Jaír murió, lo enterraron en un lugar llamado Camón.

Los amonitas dominan Israel

6 Los israelitas volvieron apecarcontra Dios porqueadorabana Baal y a Astarté, y también a los dioses de los sirios, los sidonios, los moabitas, los amonitas y los filisteos. Abandonaron a Dios y dejaron de adorarlo.

7 Entonces Dios se enfureció contra los israelitas, y dejó que los filisteos y los amonitas los dominaran.

8 Durante dieciocho años los filisteos y los amonitas fueron crueles y maltrataron a todos los israelitas que vivían en Galaad, al este del río Jordán, en la región de los amorreos.

9 Los amonitas cruzaron el Jordán para atacar también a lastribusde Judá, Benjamín y Efraín, y los israelitas se vieron en graves problemas.

10 Entonces los israelitas le pidieron ayuda a Dios, y le dijeron:

—Hemos pecado contra ti al abandonarte para adorar a dioses falsos.

11 Dios les respondió:

—Yo los libré de los egipcios, de los amorreos, de los amonitas y de los filisteos, ¿no es verdad?

12 Cuando ustedes me suplicaron que los salvara, yo los libré de los sidonios, de los amalecitas y de los madianitas.

13 A pesar de eso, ustedes volvieron a abandonarme para adorar a dioses falsos, así que ahora no los voy a salvar.

14 ¡Vayan a pedirle ayuda a los otros dioses! ¡Ya que ustedes los eligieron, que ellos los saquen del problema!

15 Los israelitas volvieron a decirle a Dios:

—Reconocemos que hemos pecado, así que haz con nosotros lo que mejor te parezca. Pero, por favor, ¡sálvanos ya!

16 Quitaron entonces los dioses falsos que tenían, y volvieron a adorar a Dios. Y él se puso triste al ver cómo sufría su pueblo.

17 Los amonitas se prepararon para la guerra y acamparon en Galaad. Los israelitas, por su parte, se reunieron y acamparon en Mispá.

18 Loslíderesisraelitas que vivían en Galaad se pusieron de acuerdo y dijeron: «El que se anime a dirigirnos a luchar contra los amonitas será el jefe de todos los que vivimos en Galaad».

Jueces 11

Jefté

1 Jefté, un valiente soldado de la zona de Galaad, era hijo de una prostituta. Su padre, que se llamaba Galaad,

2 tuvo otros hijos con su esposa, y cuando éstos crecieron, echaron de la casa a Jefté. Le dijeron: «No vas a recibir ninguna herencia de tu padre, porque eres hijo de otra mujer».

3 Entonces Jefté se alejó de sus hermanos y se fue a vivir a la tierra de Tob. Allí reunió a unos bandoleros que salían con él a robar.

4 Después de algún tiempo los amonitas atacaron a los de Israel.

5 Loslíderesde Galaad fueron entonces a la tierra de Tob a buscar a Jefté,

6 y le dijeron:

—Queremos que seas nuestro líder en la guerra contra los amonitas. Ven con nosotros.

7 Jefté les respondió:

—Si tanto me odiaban ustedes, que hasta me echaron de la casa de mi padre, ¿por qué ahora que están en problemas me vienen a buscar?

8 Ellos le contestaron:

—Justamente porque estamos en problemas, necesitamos que vengas con nosotros a atacar a los amonitas. Queremos que seas el jefe de todos los que vivimos en Galaad.

9 Jefté entonces les dijo:

—Está bien. Pero si vuelvo con ustedes, y Dios me ayuda a vencer a los amonitas, ¿de veras seré su jefe?

10 Y los líderes le aseguraron:

—Dios es nuestro testigo de que haremos todo lo que tú nos digas.

11 Así que Jefté se fue con ellos, y el pueblo lo nombró jefe y gobernador. En Mispá, Jefté puso a Dios por testigo del trato que hicieron.

12 Después de eso, Jefté envió unos mensajeros al rey de los amonitas para que le dijeran:

«¿Qué tienes contra nosotros? ¿Por qué vienes a atacar mi territorio?»

13 El rey de los amonitas le respondió:

«Vengo a recuperar nuestras tierras, desde el río Arnón hasta los ríos Jaboc y Jordán. Ustedes se apoderaron de ellas cuando salieron de Egipto, pero ahora me las tienen que devolver pacíficamente».

14 Jefté volvió a enviar mensajeros al rey de los amonitas

15 con esta respuesta:

«Nosotros no les hemos quitado tierras a los moabitas ni a los amonitas.

16 Lo que ocurrió fue que, cuando salimos de Egipto, cruzamos el desierto hasta el Mar de los Juncos y llegamos a Cadés.

17 Luego enviamos mensajeros al rey de Edom pidiéndole permiso para pasar por su territorio, pero él no nos dejó pasar. También se enviaron mensajeros al rey de los moabitas, y él tampoco nos dio permiso, así que nos quedamos en Cadés.

18 »Después seguimos por el desierto, rodeando el territorio de Edom y de los moabitas. Cuando llegamos al este del territorio moabita, acampamos allí, al otro lado del río Arnón, y como este río es la frontera no entramos a territorio moabita.

19 Entonces mandamos mensajeros a Sihón, el rey amorreo de Hesbón, pidiéndole que nos dejara pasar por su territorio para llegar al nuestro.

20 Pero el rey Sihón desconfió de nosotros, y no nos permitió pasar por su territorio. Al contrario, acampó en Jahas con todo su ejército y nos atacó.

21 Sin embargo nuestro Dios nos hizo vencer a todo el ejército de Sihón. Entonces nos apoderamos de todo el territorio de los amorreos que vivían allí,

22 desde el río Arnón hasta el río Jaboc, y desde el desierto hasta el Jordán.

23 ¿Y ahora quieres tú recuperar el territorio que el Dios de Israel les quitó a ustedes y nos dio a nosotros?

24 Lo que su dios Quemós les ha dado es de ustedes, y lo que nuestro Dios nos ha dado es de nosotros.

25 »¿Te crees más importante que Balac, el rey de los moabitas? Él nunca combatió contra los israelitas ni les hizo la guerra.

26 Trescientos años hemos vivido en Hesbón y en Aroer, en las aldeas que las rodean, y en las ciudades a orillas del río Arnón; ¿por qué en todo este tiempo no se apoderaron de estos territorios?

27 Yo no les he hecho ningún mal. Son ustedes los que están actuando mal al atacarnos. ¡Pero el Dios de Israel será el que juzgue entre ustedes y nosotros!»

28 Pero el rey de los amonitas no hizo caso del mensaje que Jefté le envió.

Promesa de Jefté

29 Después de esto el espíritu de Dios actuó sobre Jefté, y lo hizo recorrer los territorios de Galaad y Manasés, y volver después a Mispá de Galaad. De allí Jefté fue al territorio de los amonitas,

30 en donde le prometió a Dios: «Si me das la victoria sobre los amonitas,

31 yo te ofreceré comosacrificioa la primera persona de mi familia que salga a recibirme».

32 Jefté cruzó el río para atacar a los amonitas, y Dios le dio la victoria sobre ellos.

33 Mató a muchos enemigos y conquistó veinte ciudades, desde Aroer hasta la zona de Minit, llegando hasta Abel-queramim. Así los israelitas dominaron a los amonitas.

34 Cuando Jefté regresó a su casa en Mispá, su única hija salió a recibirlo, bailando y tocando panderetas. Aparte de ella Jefté no tenía otros hijos,

35 así que se llenó de tristeza al verla, y rompió sus ropas como señal de su desesperación. Le dijo:

—¡Ay, hija mía! ¡Qué tristeza me da verte! Y eres tú quien me causa este gran dolor, porque le hice una promesa a Dios y tengo que cumplírsela.

36 Ella le respondió:

—Padre, si le prometiste algo a Dios, cumple conmigo tu promesa, ya que él te ha dado la victoria sobre tus enemigos, los amonitas.

37 Pero una cosa te pido, padre mío: Déjame ir dos meses a las montañas, con mis amigas. Tengo mucha tristeza por tener que morir sin haberme casado; necesito llorar.

38 Su padre le dio permiso de hacerlo, y ella se fue a las montañas con sus amigas. Allí lloró y lamentó el haberse quedado soltera.

39 Pasados los dos meses, regresó a donde estaba su padre, quien cumplió con ella la promesa que había hecho. Y ella murió sin haberse casado. De ahí comenzó la costumbre

40 de todos los años, de que las jóvenes israelitas dedican cuatro días a hacer lamentos por la hija de Jefté.